Dejar de fumar no solo es duro por la dificultad que entraña superar la adicción a la nicotina o abandonar un mal hábito. Si cuesta tanto, en parte, es porque fumar puede resultar increíblemente satisfactorio. No creas que lo decimos simplemente para ir de empáticos: es un hecho científico.
Por supuesto, hay unas cuantas formas de sentirse mejor, menos estresado y más alerta sin tener que inhalar alquitrán y sustancias químicas que pueden matarte. No necesitas tener un cigarrillo en la mano ni un chute de nicotina; eso simplemente forma parte del ritual. La clave consiste en averiguar qué efecto placentero de ese chute de nicotina te resulta más atractivo.
El primer cigarrillo del día me levanta el ánimo
Hay una razón muy sencilla por la que el primer cigarrillo del día suele ser el más satisfactorio: como los efectos de la nicotina se desvanecen rápidamente, tras el descanso nocturno tu cuerpo ansía un chute, por eso la sensación que produce esa primera calada matutina se percibe amplificada. Muchos fumadores tienen la sensación de no estar realmente despiertos hasta después del primer cigarrillo, al igual que los consumidores habituales de cafeína no se sienten totalmente alerta hasta que beben su primera taza de té o café.
En el caso de los fumadores, la principal causa de ese subidón matutino es que la nicotina estimula la producción de adrenalina y de glucosa. Una forma sencilla de conseguir este último efecto es comer algo. En cuanto al primer efecto, una alternativa más sana que el tabaco es hacer ejercicios matutinos para reactivar la circulación sanguínea.
El clásico antídoto contra el estrés laboral
Una pausa de cinco minutos en un día de trabajo frenético es una de las ocasiones en las que fumar resulta más placentero. Una oportunidad para alejarte del mundanal ruido, tranquilizarte, ordenar tus pensamientos, procesar lo que llevas hecho, prepararte para lo que te queda por hacer y, a veces, ponerte al día de los últimos cotilleos con tus colegas fumadores.
La cuestión es que el principal beneficio que obtienes de todo esto no se deriva en absoluto del tabaco, sino de la propia pausa. Alejarte del escritorio de cinco a diez minutos, a intervalos más o menos regulares a lo largo del día, te aporta numerosos beneficios: mejora la concentración, reduce el estrés y ayuda a tu cerebro a ponerse el día. Si das un paseo a buen ritmo alrededor del edificio, tendrás el beneficio adicional de acelerar tu frecuencia cardíaca y aumentar tus niveles de adrenalina para pensar con más claridad.
El digestivo perfecto
El supuesto efecto digestivo del tabaco, aunque propugnado durante siglos, no deja de ser un mito. Si acaso, con el tiempo aumenta el riesgo de padecer trastornos digestivos: en Inglaterra, 18.500 personas fueron diagnosticadas de trastornos digestivos relacionados con el tabaquismo solo en 2014.
Buena parte de la satisfacción, al igual que ocurre con la pausa en el trabajo, proviene del simple hecho de descansar tras una actividad, aunque la aceleración de la frecuencia cardíaca debida a la liberación de adrenalina estimulada por la nicotina pueda hacerte pensar que el metabolismo se está activando para empezar a digerir. Para reproducir esa sensación, prueba a beber un vaso grande de agua a temperatura ambiente: además de limpiar el paladar y darte una excusa para alargar la sobremesa, ayuda a tu sistema digestivo a descomponer los alimentos que acabas de ingerir e incluso contribuye a evitar el estreñimiento.
El lubricante social en el bar
La copa en una mano y el cigarro en la otra: para muchos, el alcohol y el tabaco van de la mano. En cierta forma, te mantiene ocupado mientras los demás hablan sin tener que abandonar la conversación. Desde que entró en vigor la ley antitabaco, también es una excusa para apartarte del grupo unos minutos si necesitas quitarte de en medio (o la conversación empieza a aburrirte).
Hay una base científica para la asociación entre el alcohol y el tabaco, aunque en realidad es una razón más para pensártelo dos veces antes de encender un cigarro. Según un estudio realizado en 2013, el alcohol amortigua la respuesta de los centros de gratificación del cerebro y la nicotina amplifica este efecto, así que cuando fumas y bebes a la vez necesitas beber más para obtener la misma satisfacción del alcohol. Aleja el tabaco de tu vida y, además de hacerle un favor a tu hígado y tus pulmones, verás cómo te diviertes más que antes.